¿La vida de un feminicida es importante?

Celebrar las muertes de los feminicidas suicidas, (…) y reducir la conversación frente a los agresores a: “no son enfermos mentales” y “matan porque son machistas”, desplaza la posibilidad de análisis más profundos desde ópticas distintas a lo jurídico.

Gloria Yamile Roncancio Alfonso

4 de jul de 2024 – 19:45 COT

Nota: Esta columna no tiene como finalidad excusar a los feminicidas, ni desconocer la violencia que ejercen.

Angie y Sara, madre e hija, de 27 y 9 años respectivamente, fueron víctimas de feminicidio por parte de Eduar Ortega de 29 años, expareja y padre de la niña, quien luego de cometer el delito se quitó la vida. 

En los últimos 62 días para ser exacta, Justicia Para Todas, registró 39 feminicidios, 2 menos que en el mismo periodo de 2023. En 6 casos (el doble que el año anterior), los atacantes se suicidaron después de darle muerte a Angie, Valeria, Yuly, Leidy, Johana, Natalia y Diana (q.e.p.d), otros lo han intentado como en el caso de Stephany Barranco.  

(…) la evidencia demuestra que la prevención no es invitar a las mujeres a que denuncien, es evitar a toda costa que los hombres decidan no ejercer violencia, y no matar.

Celebrar las muertes de los feminicidas suicidas, como he visto en redes sociales, repetir promesas (no cumplidas) de proteger a las mujeres, y reducir la conversación frente a los agresores a: “no son enfermos mentales” y “matan porque son machistas”, desplaza la posibilidad de análisis más profundos desde ópticas distintas a lo jurídico. 

Luego de trabajar más de 5 años al servicio de las víctimas de feminicidio en Colombia, y escuchar de las familias, una y otra vez, esto [las condenas] no me van a devolver a mi hija y escuchar el dolor de aquellas en cuyo caso el agresor se quitó la vida, y con razón expresan frustración por no recibir justicia, mi deseo por comprender quién es el feminicida y cómo llegó a decidir serlo, –en efecto, es una decisión consciente–, ha sido creciente, pues la evidencia demuestra que la prevención no es invitar a las mujeres a que denuncien, es evitar a toda costa que los hombres decidan no ejercer violencia, y no matar. 

“(…) el perfil del H/S es universal, “(…)un hombre de media edad, deprimido, sin trabajo fijo, violento, celoso y que utiliza un arma de fuego para matar a su pareja y, a veces, a los niños que conviven con ellos (hijos e hijastros)”.

Los estudios sobre homicidios-suicidios (H/S es la forma en que se denomina en los estudios científicos) demuestran que, la mayoría de perpetradores son hombres y la mayoría de víctimas, mujeres con quienes habían tenido una relación íntima, seguidas de las niñas y niños con quienes convivían, principalmente, hijos/as o hijastros/as.  

En especial, el estudio de los H/S en Portoalegre entre 1996 y 2004, de las Doctoras Samantha Dubugras Sá y Blanca Susana Guevara Werlang (fallecida en 2013), deja claro que el perfil del H/S es universal, “(…)un hombre de media edad, deprimido, sin trabajo fijo, violento, celoso y que utiliza un arma de fuego para matar a su pareja y, a veces, a los niños que conviven con ellos (hijos e hijastros)”. También tuvo en cuenta otras variables como la formación escolar, en la que ambos, pero los agresores con mayor prevalencia (64.2%) víctima 56.2%– tenían un bajo nivel de escolaridad; y la situación laboral, el 35.7% de los H/S estaban desempleados, mientras que el 56.2% de las víctimas ejercían alguna actividad ocupacional. 

Aun sabiendo con este y otros estudios, cuál es el perfil y, por tanto, que estos crímenes se pueden prevenir, el Estado y la sociedad insisten en no hablar con los hombres, y descargar la responsabilidad de evitar los feminicidios primero en las mujeres, y luego en la Rama Judicial. Nada más absurdo. 

“(…) el Estado tiene formas de identificar a esos agresores que están a tiempo para no convertirse en recurrentes, feminicidas, suicidas, o ambos, viendo en ellos seres humanos valiosos para la sociedad, capaces de modificar su conducta.

Adicionalmente, las ciencias de la salud y sus profesionales, principalmente de medicina, psiquiatría y psicología han sido desplazados al campo forense, y a intentar remarcar la idea de que son las mujeres quienes tienen que detectar “las alertas” para terminar una relación. Ya no se sabe si es intencional o no, ignorar que la mayoría de los casos de feminicidios íntimos (pareja o expareja) son cometidos por hombres con quienes las mujeres habían terminado la relación, y que incluso ellas habían denunciado violencia, y por hombres a quienes se les había anunciado que la relación no iba a seguir. 

Hace unos días, en una conversación con una médica de medicina legal, hablábamos de la importancia de la remisión a atención médica y psicológica a los agresores. Y no se trata de imponerles un proceso terapéutico como erradamente se ha propuesto y hecho, porque para el éxito de aquello se requiere voluntad, se trata de que el Estado tiene formas de identificar a esos agresores que están a tiempo para no convertirse en recurrentes, feminicidas, suicidas, o ambos, viendo en ellos seres humanos valiosos para la sociedad, capaces de modificar su conducta. 

Se habla mucho de resocialización de privados de la libertad, pero cuando hay comportamientos que requieren intervención estatal desde otros sectores diferentes al judicial, hay silencios, finalmente letales. 

Angie, Sara y Eduar, con toda seguridad, vivieron momentos importantes, y tenían un proyecto de vida. Quince días antes del feminicidio-suicidio, Angie había terminado la relación por haber sido víctima de violencia. 

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Gloria Yamile Roncancio Alfonso
Consultora en derechos humanos de las mujeres, experta en feminicidio y fundadora de Justicia Para Todas.
Autora del libro Dale la vuelta al Iceberg, Intermedio Editores.
Es abogada con Maestría en Derecho Administrativo y estudios en derecho procesal penal, docencia universitaria, entre otros.
Con 12 años de experiencia como litigante, asesora, consultora, docente universitaria, conferencista.